Rescaté las caras de las personas, habitantes de la tierra, publicadas en la prensa diaria, tan semejantes y diversas, para una metáfora del mundo. Con este sentido las transferí a una tela y las trencé sobre un bastidor dando un mundo singular y universal, como el propio mundo. Volví a presencia el alma perdida de las caras, visión de “los otros”, sumadas unas con otras, entrelazadas, en un cruce de miradas, mosaico tejido por donde se asoman, caras ligadas y religadas por las manos que hacen, tejen y destejen y marcan un tiempo indisociable al ser.
Manos y acción: representación de una temporalidad de la construcción de la metáfora. Serigrafiadas las manos de la autora y luego tejidas en bastidores representan la acción misma: autorretrato sin rostro. Manos miradas en la acción por los ojos de la autora que, sin verse, se ve en las caras de “los otros”. Al saber que “el otro”, el prójimo, está solo en su fondo como yo, voy hacia él, tan sólo manteniéndome en la misma verdad del estar aquí.
A vosotros, siendo barro, os confiero alma sin cuerpo para libraros del horror de vuestras muertes; recuerdos de unas muertes o de unas vidas, cuerpos que fueron almas, ahora de barro son. Y restituyen sus imágenes en una metáfora de un mundo en donde la memoria de sus vidas, su imagen y su lugar se recuerden.